Para alguien que sigue fervientemente cada paso que da el cine español, comprobar como lo nuevo de Daniel Monzón se convierte en la película del año, es un gran placer. Si además Celda 211 me deja disfrutar de 110 minutos de tensión sin descanso, de tramas y subtramas que benefician al suspense de este thriller carcelario totalmente acertado, me hace irme a la cama reconciliada con el buen cine. (sea la hora que sea)
La cuarta incursión de Monzón en el cine, otorga a este autor -anterior crítico de cine- su, al fin merecida, ovación por parte de crítica y público, sus anteriores trabajos no acabaron de cuajar, ni El corazón del guerrero, ni El robo más grande jamás contado, ni La caja kovak. La racha empezó triunfal con la crítica en Venecia donde el nombre de Luis Tosar ya sonaba a Goya. Y ha seguido en su primer fin de semana en taquilla derrotando a Ágora, que tras cuatro semanas como la favorita daba paso a los presos de Monzón en el número uno de nuestra taquilla.
Firman el guión el propio Daniel Monzón y Jorge Guerricaechevarría, con quien colaboró ya en La caja kovak, adaptando en esta ocasión la novela de Francisco Pérez Gandul Celda 211. En realidad todo este thriller carcelario bien podria ser una aciaga tragedia griega donde el destino es inexorable y nuestra vida al fin y al cabo es muy frágil, podemos estar al filo en cualquier momento. Un motín en una cárcel es una situación extrema en la que presentar a los personajes y ese escenario otorga a la narración una desgarradora crudeza que recorre cada fotograma. No es una película fácil, todo es brutalidad en ella incluso el mensaje que subyace.
Hay que aplaudir la destreza narrativa de Monzón, que consigue mantener al espectador totalmente engachado a los movimientos de Juan Oliver (Alberto Ammann), el ingenuo funcionario de prisiones que se presenta en su destino un día antes de empezar el trabajo, viéndose envuelto en el motín. Encerrado, sin salida, solo le quedará hacerse pasar por uno de ellos, mediante astucia, mentiras y arriesgando todo, Juan se gana al espectador. Para el papel Monzón decidió contar con una cara fresca que no pudiesemos juzgat de antemano y parece que con Alberto Ammann ha acertado, es tan angelical su rostro cuando llega y tan descarnada su actuación en la segunda mitad del filme. Si he de poner un pero, es que el actor es argentino (nada en contra) y al igual que pasa con Leonardo Sbaraglia, no sabes si es mejor que evite el acento o que lo muestre, suena forzado. Le volveremos a ver haciendo de Lope de Vega junto a Leonor Watling y Pilar López de Ayala.
Y llega mi parte favorita, Malamadre, el hombre detrás del motín, el preso más temerario, un tio de vuelta de todo que sabe que ya no tiene esperanzas de escapar al único destino que se le presenta. Para dar vida a un tipo tan peculiar Luis Tosar consigue un imponente físico, una actuación veraz y carismática y todo esto aliñado con el toque final, un sorprendente trabajo vocal. Según el propio actor lo de la voz es un homenaje a un amigo suyo que tiene esa voz de macarra. Con un personaje como Malamadre a Tosar le pueden llover los premios.
El resto de secundarios están correctos en su papel, Marta Etura, a la que siempre apetece ver, Vicente Romero, Carlos Bardem, Fernando Soto, Luis Zahera (llegué a pensar que era un yonqui de verdad) y mis dos peros: Antonio Resines con los mismos tics de siempre y he de decirlo, a Manuel Morón desde La noche de los girasoles -magnífica por otra parte- no lo aguanto! (que a gusto se queda una)
A destacar: arriesgándome a repetirlo, es Tosar lo más destacable de un filme que en sí es memorable.
Le cambiaría: al negociador, en serio Morón nunca podría ser negociador... que poco entusiasmo.
Una frase: "no demuestres flaqueza y mirales a los ojos"
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